Escribir sobre el Gato Gamboa es como hacer un viaje imaginario por la historia de Chile.
Este hombre de prensa celebra 60 años de periodismo activo este año y eleva su copa burbujeante desde su actual puesto de editor periodístico y reportero innato de “La Nación”, el diario histórico ubicado en pleno corazón de Santiago que, en otros tiempos, fue paseo obligado de innumerables escritores, políticos e intelectuales.
Cuando nos referimos a Manuel Alberto Gamboa Soto , hablamos de un verdadero sabueso del reporterismo nacional, de esos que nacieron con la letra de imprenta en la sangre, sin dejar pasar ningún segundo de vida para escribir la historia, y como buen gato, tomarle noche y día el pulso a Chile y al mundo.
Ha sido un trabajador inagotable e imbatible que disfruta y ama su profesión, porque ésta le ha abierto cada día nuevas perspectivas que agotan su curiosidad de felino y escritor. Con 22 años se inició como reportero deportivo en la revista “Estadio”. Ni durante la dictadura de Pinochet ni tampoco antes, intentó abandonar el país, ignorando siempre lo que pudo haber sido para él un exilio voluntario u obligatorio en tierras lejanas y extrañas. Todo lo contrario: Cambió siempre el exilio por la difícil y dura lucha interna que cumplió severamente como periodista, escribiendo desde la clandestinidad y buscando trabajos para sobrevivir. Sin mirarse las manos, trabajó como obrero en las excavaciones de los túneles del metro de Santiago (1977-1980) o como vendedor de libros.
Ha reporteado los aciertos y desaciertos de once gobiernos, desde los dos últimos radicales, el de Juan Antonio Ríos (muerto antes de terminar su período en 1946) y el de Gabriel González Videla, hasta el primero encabezado por una mujer, la actual presidenta Michelle Bachelet. Conoció de cerca a todos los presidentes democráticos y elegidos en comicios abiertos y populares y fue prisionero político en diversos campos de concentración entre 1973 y 1976, donde conoció de cerca la tortura, el asesinato la intriga y la sangre, de un régimen militar que fue la única dictadura que vivió Gamboa y también la etapa más difícil e injusta de toda su existencia.
“En el Estadio Nacional vi a un Gato Gamboa muy torturado”, testimonió una vez el ex presidente del Colegio de Periodistas de Chile, Guillermo Torres Gaona. Sin embargo, este sufrimiento y la agresividad aplicada en su contra no cambiaron su actitud frente a la vida ni ante sus persecutores y siguió reporteando hasta hoy sin ningún odio ni rencor, quizá sólo con un recuerdo amargo y gris, que también casi ha olvidado con el pasar del tiempo. Sigue siendo “un amigo de todo el mundo”, como dijo uno de sus colegas más cercanos.
Gamboa vivió de cerca los efectos de la “ley de defensa de la democracia” de González Videla en 1948, que obligó a Pablo Neruda, como a muchos otros, a dejar su cargo de senador y abandonar el país por el sólo hecho de ser comunista; observó la poco efectiva prometida “escoba” depuradora del agrario laborista Carlos Ibáñez del Campo; vivió en carne propia la llamada “Ley Mordaza” de Jorge Alessandri Rodríguez y de su ministro de justicia Enrique Ortúzar, porque a causa de ella fue apresado varias veces junto a toda la redacción del diario “Clarín”que él dirigía; pasó de la “revolución en libertad de Eduardo Frei Montalva a la “revolución socialista a la chilena” de Salvador Allende Gossens; durante la dictadura de Pinochet sufrió años de pesadilla que soportó con mucha hombría, pudiendo salir airoso al otro lado del túnel, para volver a respirar aire de libertad, cuando el pueblo chileno dijo masivamente en las urnas “basta” de dictadura (1988). En ese momento, el Gato era director del diario “Fortín Mapocho”, que fue como un bastión en la lucha civil para recuperar la democracia en Chile.
“Corrió solo y llegó segundo” fue el titular que publicó el matutino el día después del plebiscito, describiendo con cinco palabras la derrota que sufrió Pinochet en las urnas. Esta fue otra de las geniales ideas que han caracterizaron al Gato en su vida periodística. El titular no sólo impacto en Chile, sino también en todo el mundo y centenares de periodistas y corresponsales extranjeros viajaron a Santiago para conocer a este periodista y entrevistarlo.
En la nueva fase, la denominada transición democrática, Gamboa termina su propia historia de un Chile lleno de altibajos y contradicciones, al conocer y escribir sobre cada uno de los presidentes concertacionistas, siguiendo paso a paso los acontecimientos como también observando y criticando la nueva democracia. Su obra literaria, iniciada con el libro “Un viaje por el infierno” (publicado en 1984), esta inconclusa, porque en su fase final de escritura e investigación están ahora “Las Memorias de una Epoca Infernal” y La Historia del Diario Clarín”.
Tras pasar por la revista Ercilla, el diario Ultima Hora y el diario La Gaceta, sus mejores años los vivió en el diario Clarín, donde, primero como reportero y luego como director, desarrolló toda su sagacidad, talento y pericia reporteril para publicar el más importante matutino popular y de masas en la historia del periodismo chileno. Hasta 250.000 ejemplares diarios de circulación tuvo este tabloide en sus mejores días, que fue fundado, en 1954, por Darío Sainte-Marie (Volpone), un comunicador nacido en Bolivia y quien fuera estrecho asesor del presidente Carlos Ibáñez del Campo. El Gato estuvo al mando del diario hasta el final, cuando los militares, el día del golpe del 11 de septiembre de 1973, ocuparon y confiscaron sus instalaciones en el Paseo Bulnes.
Lo vimos dirigiendo magistralmente a los equipos periodísticos clarinescos en el terremoto y maremoto de Valdivia, en mayo de 1960, que eliminó la ciudad de Corral de la faz de la tierra como igualmente lo vimos, y aprendimos mucho de él, durante el Campeonato Mundial de Fútbol de 1962 que se realizó en Chile.
Cuando la Reina Isabel de Gran Bretaña visitó Chile, en noviembre de 1968 (Gobierno de Eduardo Frei Montalva), el Gato Gamboa vislumbró una buena idea para la portada de Clarín, si pudiera obtener una fotografía de la monarca mostrando sus piernas cuando subiera a la carroza dispuesta por La Moneda para transportarla por Santiago junto a su comitiva. Así le dio esta misión al mejor de sus reporteros gráficos, el Negro Molina. Al día siguiente, el diario se agotó con el titular de la portada que decía: “La Reina tiene buenos choclos” y que iba acompañado de una fotografía donde la ilustre visitante real “mostraba hasta el portaligas”, como cuenta el mismo Gato.
El reclamo oficial se hizo sentir rápidamente en boca del ministro de Frei Jorge Cash, quien llamó al Gato “muerto de la risa”: “La cagaste, Gato, cómo se te ocurre hacer una cosa así!”.
La pluma de Gamboa, su inteligencia y aguda observación, han sido la materia prima y los elementos necesarios para producir una gran cantidad de análisis que hacían tiritar a los políticos de la época. Tuvo contacto con casi todos los presidentes democráticamente elegidos, a quienes entrevistó una o varias veces, lo mismo con los personajes más destacados de las letras, la política y la economía. Viajó por el mundo acompañando a los presidentes Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende, Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz Tagle. También con Ricardo Lagos Escobar, semanas antes de que éste asumiera como Presidente de la República el año 2000.
Un día cualquiera llegó el Gato al Palacio de La Moneda y sorprendió al presidente Frei Montalva recostado en un sofá, apoyando los pies sobre una mesa y fumando un grueso puro habano. “¡Don Gato, no me vayas a sacar una foto igual que a la Reina Isabel!", le advirtió el mandatario sonriendo.
Conoció a todos los políticos, algunos de ellos desde niños, como fue el caso de la líder comunista Gladys Marín, fallecida en marzo de 2005. El Gato escribió en el diario “La Nación” una sentida despedida de esta brillante y gran mujer:
“El Salón de Honor del viejo Congreso Nacional hervía y no cabía un alfiler. El pueblo en masa: la juventud incansable y bulliciosa, delegaciones de los partidos populares, políticos y otros dirigentes ocuparon todos los lugares disponibles y desfilaron en forma interminable frente a la urna donde descansaban los restos de Gladys. Se respiraba cariño por todos los poros”.
¿Cuántos gatos como éste tendría que haber en Chile para levantar el decaído periodismo?, es la pregunta planteada a menudo en muchas universidades que recurren a este Gato, tan querido en los círculos periodísticos y políticos, para poder beneficiarse de sus conocimientos y de su gran trayectoria en el periodismo nacional.
Cuando nos referimos a Manuel Alberto Gamboa Soto , hablamos de un verdadero sabueso del reporterismo nacional, de esos que nacieron con la letra de imprenta en la sangre, sin dejar pasar ningún segundo de vida para escribir la historia, y como buen gato, tomarle noche y día el pulso a Chile y al mundo.
Ha sido un trabajador inagotable e imbatible que disfruta y ama su profesión, porque ésta le ha abierto cada día nuevas perspectivas que agotan su curiosidad de felino y escritor. Con 22 años se inició como reportero deportivo en la revista “Estadio”. Ni durante la dictadura de Pinochet ni tampoco antes, intentó abandonar el país, ignorando siempre lo que pudo haber sido para él un exilio voluntario u obligatorio en tierras lejanas y extrañas. Todo lo contrario: Cambió siempre el exilio por la difícil y dura lucha interna que cumplió severamente como periodista, escribiendo desde la clandestinidad y buscando trabajos para sobrevivir. Sin mirarse las manos, trabajó como obrero en las excavaciones de los túneles del metro de Santiago (1977-1980) o como vendedor de libros.
Ha reporteado los aciertos y desaciertos de once gobiernos, desde los dos últimos radicales, el de Juan Antonio Ríos (muerto antes de terminar su período en 1946) y el de Gabriel González Videla, hasta el primero encabezado por una mujer, la actual presidenta Michelle Bachelet. Conoció de cerca a todos los presidentes democráticos y elegidos en comicios abiertos y populares y fue prisionero político en diversos campos de concentración entre 1973 y 1976, donde conoció de cerca la tortura, el asesinato la intriga y la sangre, de un régimen militar que fue la única dictadura que vivió Gamboa y también la etapa más difícil e injusta de toda su existencia.
“En el Estadio Nacional vi a un Gato Gamboa muy torturado”, testimonió una vez el ex presidente del Colegio de Periodistas de Chile, Guillermo Torres Gaona. Sin embargo, este sufrimiento y la agresividad aplicada en su contra no cambiaron su actitud frente a la vida ni ante sus persecutores y siguió reporteando hasta hoy sin ningún odio ni rencor, quizá sólo con un recuerdo amargo y gris, que también casi ha olvidado con el pasar del tiempo. Sigue siendo “un amigo de todo el mundo”, como dijo uno de sus colegas más cercanos.
Gamboa vivió de cerca los efectos de la “ley de defensa de la democracia” de González Videla en 1948, que obligó a Pablo Neruda, como a muchos otros, a dejar su cargo de senador y abandonar el país por el sólo hecho de ser comunista; observó la poco efectiva prometida “escoba” depuradora del agrario laborista Carlos Ibáñez del Campo; vivió en carne propia la llamada “Ley Mordaza” de Jorge Alessandri Rodríguez y de su ministro de justicia Enrique Ortúzar, porque a causa de ella fue apresado varias veces junto a toda la redacción del diario “Clarín”que él dirigía; pasó de la “revolución en libertad de Eduardo Frei Montalva a la “revolución socialista a la chilena” de Salvador Allende Gossens; durante la dictadura de Pinochet sufrió años de pesadilla que soportó con mucha hombría, pudiendo salir airoso al otro lado del túnel, para volver a respirar aire de libertad, cuando el pueblo chileno dijo masivamente en las urnas “basta” de dictadura (1988). En ese momento, el Gato era director del diario “Fortín Mapocho”, que fue como un bastión en la lucha civil para recuperar la democracia en Chile.
“Corrió solo y llegó segundo” fue el titular que publicó el matutino el día después del plebiscito, describiendo con cinco palabras la derrota que sufrió Pinochet en las urnas. Esta fue otra de las geniales ideas que han caracterizaron al Gato en su vida periodística. El titular no sólo impacto en Chile, sino también en todo el mundo y centenares de periodistas y corresponsales extranjeros viajaron a Santiago para conocer a este periodista y entrevistarlo.
En la nueva fase, la denominada transición democrática, Gamboa termina su propia historia de un Chile lleno de altibajos y contradicciones, al conocer y escribir sobre cada uno de los presidentes concertacionistas, siguiendo paso a paso los acontecimientos como también observando y criticando la nueva democracia. Su obra literaria, iniciada con el libro “Un viaje por el infierno” (publicado en 1984), esta inconclusa, porque en su fase final de escritura e investigación están ahora “Las Memorias de una Epoca Infernal” y La Historia del Diario Clarín”.
Tras pasar por la revista Ercilla, el diario Ultima Hora y el diario La Gaceta, sus mejores años los vivió en el diario Clarín, donde, primero como reportero y luego como director, desarrolló toda su sagacidad, talento y pericia reporteril para publicar el más importante matutino popular y de masas en la historia del periodismo chileno. Hasta 250.000 ejemplares diarios de circulación tuvo este tabloide en sus mejores días, que fue fundado, en 1954, por Darío Sainte-Marie (Volpone), un comunicador nacido en Bolivia y quien fuera estrecho asesor del presidente Carlos Ibáñez del Campo. El Gato estuvo al mando del diario hasta el final, cuando los militares, el día del golpe del 11 de septiembre de 1973, ocuparon y confiscaron sus instalaciones en el Paseo Bulnes.
Lo vimos dirigiendo magistralmente a los equipos periodísticos clarinescos en el terremoto y maremoto de Valdivia, en mayo de 1960, que eliminó la ciudad de Corral de la faz de la tierra como igualmente lo vimos, y aprendimos mucho de él, durante el Campeonato Mundial de Fútbol de 1962 que se realizó en Chile.
Cuando la Reina Isabel de Gran Bretaña visitó Chile, en noviembre de 1968 (Gobierno de Eduardo Frei Montalva), el Gato Gamboa vislumbró una buena idea para la portada de Clarín, si pudiera obtener una fotografía de la monarca mostrando sus piernas cuando subiera a la carroza dispuesta por La Moneda para transportarla por Santiago junto a su comitiva. Así le dio esta misión al mejor de sus reporteros gráficos, el Negro Molina. Al día siguiente, el diario se agotó con el titular de la portada que decía: “La Reina tiene buenos choclos” y que iba acompañado de una fotografía donde la ilustre visitante real “mostraba hasta el portaligas”, como cuenta el mismo Gato.
El reclamo oficial se hizo sentir rápidamente en boca del ministro de Frei Jorge Cash, quien llamó al Gato “muerto de la risa”: “La cagaste, Gato, cómo se te ocurre hacer una cosa así!”.
La pluma de Gamboa, su inteligencia y aguda observación, han sido la materia prima y los elementos necesarios para producir una gran cantidad de análisis que hacían tiritar a los políticos de la época. Tuvo contacto con casi todos los presidentes democráticamente elegidos, a quienes entrevistó una o varias veces, lo mismo con los personajes más destacados de las letras, la política y la economía. Viajó por el mundo acompañando a los presidentes Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende, Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz Tagle. También con Ricardo Lagos Escobar, semanas antes de que éste asumiera como Presidente de la República el año 2000.
Un día cualquiera llegó el Gato al Palacio de La Moneda y sorprendió al presidente Frei Montalva recostado en un sofá, apoyando los pies sobre una mesa y fumando un grueso puro habano. “¡Don Gato, no me vayas a sacar una foto igual que a la Reina Isabel!", le advirtió el mandatario sonriendo.
Conoció a todos los políticos, algunos de ellos desde niños, como fue el caso de la líder comunista Gladys Marín, fallecida en marzo de 2005. El Gato escribió en el diario “La Nación” una sentida despedida de esta brillante y gran mujer:
“El Salón de Honor del viejo Congreso Nacional hervía y no cabía un alfiler. El pueblo en masa: la juventud incansable y bulliciosa, delegaciones de los partidos populares, políticos y otros dirigentes ocuparon todos los lugares disponibles y desfilaron en forma interminable frente a la urna donde descansaban los restos de Gladys. Se respiraba cariño por todos los poros”.
¿Cuántos gatos como éste tendría que haber en Chile para levantar el decaído periodismo?, es la pregunta planteada a menudo en muchas universidades que recurren a este Gato, tan querido en los círculos periodísticos y políticos, para poder beneficiarse de sus conocimientos y de su gran trayectoria en el periodismo nacional.
Walter Krohner
Periodista
walterk@vtr.net
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